Las vacunas contra la COVID-19 funcionan y funcionan bien. Las personas vacunadas son indiscutiblemente más seguras que las personas no vacunadas. Sin embargo, la variante Delta ha aparecido inesperadamente en el mapa y la inmunidad del rebaño —ese momento en el que virus deja de propagarse y eventualmente desaparece— parece cada vez más lejana. “Antes, todavía se sentía posible que un esfuerzo realmente concertado pudiera llevarnos a un lugar donde la COVID-19 casi ya no existiera”, dijo Eleanor Murray, epidemióloga de la Universidad de Boston a The Atlantic. "Pero la variante Delta ha cambiado el juego".
La más trasmisible
El virus original tenía un número de reproducción básico (R0) de 2 a 3, lo que significa que cada persona infectada lo contagiaba en promedio a dos o tres personas. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) estiman que el R0 de Delta se encuentra entre 5 y 9. Lograr la inmunidad colectiva ahora requiere vacunar a más del 90 por ciento de las personas, según los CDC, algo que los expertos califican como una fantasía.
"Las vacunas aún pueden reducir el tamaño y el impacto de sus aumentos repentinos, convirtiendo los furúnculos catastróficos en un hervor más suave. Pero las matemáticas significan que realmente no hay una manera de resolver el problema de Delta a través de la vacunación solamente", dijo Murray.
Pero el poder de Delta va más allá. Los CDC estiman que las personas vacunadas infectadas con esta variante acumulan tanto virus en la nariz como los infectados no vacunados. Eso los vuelve igual de contagiosos inicialmente, aunque por menos tiempo. Tienen una menor probabilidad de contagiarse y una menor probabilidad de transmitir, pero colaboran hasta cierto punto para que Delta llegue a más personas, sobre todo a los que no tienen inmunidad. “Si estás vacunado, estás más seguro. Pero tendrás que pensar qué tan seguras quiere que estén las personas que lo rodean", dijo Inci Yildirim, vacunóloga y experta en enfermedades infecciosas pediátricas de Yale.
Delta también reduce la efectividad de todas las vacunas que están disponibles. Aunque siguen siendo altamente protectoras contra la enfermedad grave y la muerte, es posible ver más casos entre los vacunados. "Las vacunas aún pueden reducir el tamaño y el impacto de sus aumentos repentinos, convirtiendo los furúnculos catastróficos en un hervor más suave. Pero las matemáticas significan que realmente no hay una manera de resolver el problema de Delta a través de la vacunación solamente", dijo Murray.
El final de la pandemia
Lo más realista ahora es pensar que el virus se volverá endémico —como lo es un resfriado común— cuando suficientes personas hayan ganado algo de inmunidad a través de la vacunación o la infección, preferiblemente de la vacunación. Esto significa que la mayoría de la gente lo contraerá en algún momento de su vida y que eventualmente solo habrán raros y pequeños brotes. "Pero no es realmente el virus por sí solo lo que es aterrador", agregó Jennie Lavine, investigadora de enfermedades infecciosas de la Universidad de Emory, al mismo medio. “Es la combinación del virus y un sistema inmunológico ingenuo. Una vez que no tienes este último, el virus no tiene por qué ser tan aterrador".
Que la inmunización se extienda es urgente para proteger a más personas. Pero las vacunas no pueden solas. La mejor estrategia es ganar tiempo por medio de las medidas sanitarias, que siguen siendo muy efectivas contra cualquier variante para no colapsar los sistemas de salud y mantener las actividades abiertas. Como explica Ed Yong, periodista especializado en ciencia en The Atlantic, "si no se toman otras precauciones, Delta puede propagarse a través de un país medio vacunado más rápidamente que el virus original en un país completamente no vacunado".
La mayor preocupación con solo el 16% de la población mundial completamente vacunada es que puedan aparecer nuevas variantes con capacidad para escapar de nuestras defensas inmunes actuales, un evento que se vuelve más probable con altos niveles de transmisión. “Todo el mundo tiene fatiga pandémica, lo entiendo”, aseguró Jessica Malaty Rivera, epidemióloga del Boston Children's Hospital. “Pero la victoria no es que usted como individuo reciba una vacuna. Se trata de asegurarse de que el SARS-CoV-2 no nos haga volver a arrodillarnos", comentó.











