El pleno del Congreso aprobó el último jueves la creación de una comisión para investigar los posibles efectos positivos o negativos del dióxido de cloro en los seres vivos, en el contexto de la pandemia de la COVID-19. La iniciativa ha sido llevada adelante pese a que diversas entidades internacionales y expertos reiteran que este producto no sirve para prevenir ni tratar la enfermedad. Su consumo, en cambio, podría tener consecuencias fatales.
¿De dónde surge este mito?
El principal promotor del dióxido de cloro fue el alemán Andreas Kalcker, quien se autonombra biofísico aunque sus títulos son de una universidad sin ningún aval académico y que hasta 2015 vendía certificaciones con sello de La Haya. Kalcker afirmó en su sitio web que consumir esta sustancia libera oxígeno y cura cualquier tipo de enfermedad: desde gripe hasta cáncer y desde VIH hasta COVID-19.
“Debido a la desinformación y a las fake news, muchas personas se han hecho daño al automedicarse con productos químicos o tóxicos o medicamentos peligrosos. (…) Aún la vacuna más eficaz fracasará si el público no confía en ella”. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS.
Desde entonces, miles de sus seguidores en redes sociales aseguran haberse recuperado tras consumir dióxido de cloro y circulan videos en redes sociales de ellos mismos tomando dióxido de cloro y midiendo sus niveles de oxígeno con un oxímetro.
¿Qué dicen los expertos?
Ninguna institución sanitaria del mundo reconoce el dióxido de cloro como medicamento. "No hay ninguna evidencia científica que apoye su seguridad o eficacia, y presenta riesgos considerables a la salud de los pacientes", aseguró la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) sobre el producto.
La FDA recibió denuncias de personas que experimentaron vómito intenso, diarrea severa, una presión arterial baja potencialmente mortal causada por la deshidratación y fallos hepáticos fulminantes después de beber estos productos, así como graves trastornos hematológicos (metahemoglobinemias, hemolisis, etc.), cardiovasculares y renales.
"No hay ninguna evidencia científica que apoye su seguridad o eficacia, y presenta riesgos considerables a la salud de los pacientes", aseguró la FDA.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) también se ha pronunciado sobre los peligros del uso de productos de dióxido de cloro y sus derivados para ser consumidos o inhalados como supuesto tratamiento contra la COVID-19.
"Estos productos se usan para desinfectar superficies inanimadas no para seres humanos. Puede producir la muerte”, aseguró durante una conferencia de prensa Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Infecciosas de la Organización.
El dióxido de cloro es una solución al 28% de clorito de sodio en agua destilada. Se usa como blanqueador y para descontaminar superficies industriales, ya que se asemeja a la lejía o el cloro. "Es un desinfectante comercial que en ningún caso debería ingerirse", dijo a la BBC Mundo Miguel Ángel Sierra Rodríguez, catedrático de Química de la Universidad Complutense de Madrid. No hay ninguna investigación de laboratorio o de ningún otro tipo que haga suponer que tendría un beneficio.











